29 de diciembre de 2012

Bertrand Russell / Realidad y ficción

Bertrand Russell, Realidad y ficción [título original: Fact and Fiction. Traducción del inglés por Amando Lázaro Ros], Madrid, Aguilar, 1962, 347 pp., encuadernación en rústica, Primera Edición en español 
Estado/Descripción: Muy bueno. Presenta firma de antiguo propietario en primera página de cortesía. Desgastes menores en cubiertas y lomo. Interior en perfectas condiciones 

Destacados / Estudios Literarios

Roberto Ledesma, Evolución del soneto en la Argentina, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1962, 94 pp., encuadernación en rústica con sobrecubiertas
Estado/Descripción: Muy bueno. Desgastes menores en sobrecubiertas; interior en óptimas condiciones, sin roturas, anotaciones, subrayados, marcas ni dobleces. Presenta autógrafo del autor en primera página



Bruno Meriggi, Las literaturas checa y eslovaca (con una introducción a la literatura serviolusaciana), Colección Las literaturas del mundo, Buenos Aires, Editorial Losada, 1974, 336 pp.
Estado/Descripción: Como nuevo. Libro sin uso

28 de diciembre de 2012

Sobre d'Orbigny y el oficio de clasificar

             Carlos Enrique Dessalines d´Orbigny fue un botánico y geólogo de origen francés nacido en los albores del siglo XIX. Supo dirigir una enciclopedia de historia natural considerada una de las mejores de su tiempo, al decir de Carlos Darwin (reeditada parcialmente en el año 2007). Su hermano, un reconocido naturalista y paleontólogo, estudió en París en los cursos de Cuvier y de Brongniart. Su primer trabajo importante, Tableau méthodique de la clase des Céphalopodes, preanuncia sus centenares de descripciones de especies antes no clasificadas (algunos hablan de más de 2500). Pero lo que nos interesa aquí es su viaje a América del Sur. Alejandro von Humboldt y Amado Bonpland habían realizado la exploración natural de la América ecuatorial y su par, Augusto Saint-Hilaire, la del Brasil. Poco antes de partir, d´Orbigny se entrevista con Humboldt y zarpa un 30 de junio de 1826 en un viaje que durará más de siete años. A su regreso, y luego de trece años, aparecerá la primera edición de sus memorias en 11 volúmenes de 4747 páginas conocidas en el mundo de habla hispana como Viaje a la América Meridional. La tarea de miniatura emprendida por d’Orbigny conformó una obra auténticamente colosal.





           

26 de diciembre de 2012

Sobre el egoísmo

          La conocida sentencia de la pluma más ilustre de la economía política clásica: «it is not from the benevolence of the butcher, the brewer, or the baker that we expect our dinner, but from their regard to their own interest», no sólo nos revela un principio que es aceptado de manera unánime por aquellos hombres ocupados en temas de economía política hacia finales del siglo XVIII, también nos remite a una creencia firmemente establecida entre el común de los hombres. Nos referimos a la creencia en que el interés particular, el egoísmo, constituye el principio rector que rige de modo universal el actuar cotidiano del individuo en su relación con sus semejantes. Una vez más, y en carácter de refutación de semejante aseveración, recurriremos a Don Raúl Scalabrini Ortiz, quien en su ensayo Un olvido del egoísmo, nos presenta lo que tal vez sea la única excepción a este principio. Allí, Scalabrini nos dice «La amistad europea es un intercambio. La amistad porteña es un don: el único de esta tierra. En la amistad porteña hay un desprendimiento afectivo compacto, es egocéntrica, restringida en causas y profunda, con ternuras de madre y un poco responsera, no persigue remuneración alguna, se da libremente. Bastan dos amigos para conformar una tertulia donde un mundo completo y ficticio suplanta el “mundo verdadero”.» Y concluye: «La amistad porteña es un olvido del egoísmo humano».
A. Smith, The Wealth of Nations. An inquiry into the nature and causes, 1776

25 de diciembre de 2012

Raúl Scalabrini Ortiz / El millonario ingénito

           En su célebre ensayo El millonario ingénito, Raúl Scalabrini Ortiz, afirma sin temor a equivocarse, pero sabiendo que su afirmación causará alguna duda en el lector, que el porteño (habitante de Buenos Aires) no quiere ser rico. ¿Sorprende? Veamos su razonamiento y juzguemos después.
 «Por supuesto –dice Scalabrini, todos quieren ser ricos, pero el sabio no malgasta una hora de su tarea en procurar semejante quimera. El porteño es así: se complace en la fortuna imaginada pero en su apropiación no empeña ninguna de sus bonanzas vitales.  La siguiente escena que en grande o en pequeño se repite siempre igual, terminará de ilustrar su punto de vista…  La madre riñe al hijo: "Movéte, muchacho. Andá, busca trabajo. Bien podrías ganar unos pesos más si no fueras tan remolón. Total, tu conchabo no te lleva más de cuatro horas al día". Si el porteño fuera hombre de ingenio verbal, podría replicar con argumentaciones que revelaran su particularísimo sentido de la vida. Decir: "Pero mamá ¿para qué voy a deshollejarme trabajando, si más de lo que tengo no podría  tener por muchas riquezas que tuviera? Para mí, una siesta vale mil pesos. Si yo fuera millonario pagaría esa suma por adormilarme, por hundirme en el letargo que sigue al almuerzo.  Una caminata hasta el centro, con Antonio, que es tan entretenido, no es exagerado cotizarla en dos mil pesos. Por lo menos tal suma abonaría gustoso si yo fuera millonario. Un paseo por Florida, o por el bulevar más cercano bien vale otros mil, y no menos, una charla con los muchachos, a la noche, en el café. Ya ves, en placeres, gano como cinco mil pesos diarios. Soy más rico que Ford. Y con los pesos de Ford no se adquieren los deleites que yo me proporciono”. El porteño no dice nada, pero lo cierto es que para equiparar la vida y pesos hay que tasar en pesos la vida o en vida los pesos. Lo indudable es que si el porteño aprecia la fortuna, en más aprecia su vida.»

En: Raúl Scalabrini Ortiz, El hombre que está solo y espera, Buenos Aires, Gleizer,  1931

Andrés Rivera / La revolución es un sueño eterno (Primera Edición, 1987)

Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, Colección Escritura de Hoy, 1987, 170 pp., encuadernación en rústica con solapas, Primera Edición
Estado/Descripción: Muy bueno. Desgastes en cubiertas que no afectan la estructura del libro. Interior en perfectas condiciones


22 de diciembre de 2012

Gabriel García Márquez / La soledad de América Latina

           «Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

»Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. El Dorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de las fuentes de la Eterna Juventud, el mítico Álvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la Colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado, la misión alemana encargada de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

»La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada “Guerra de los Pasteles”. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

»Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico, atrincherado en su palacio en llamas, murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos, y nunca esclarecidos, segaron la vida de otro de corazón generoso y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso, ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en la Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así, han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central: Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años.

»De Chile, país de tradiciones hospitalarias, han huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina tendría una población más numerosa de la de Noruega.
Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada, hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

»Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construirse su primera muralla y otros 300 para tener un obispo; que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia; y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa como soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

»No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria más grande y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida más propia en el reparto del mundo. América Latina no quiere, ni tiene por qué ser, un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

»No obstante, los progresos de la navegación, que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado, en cambio, nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de un cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

»Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año, hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos y, entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino a la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

»Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: “Me niego a admitir el fin del hombre”. No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo, si no tuviera la conciencia plena de que, por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

»Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suele ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

»Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que éste es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las “Alturas de Machu Pichu” de Pablo Neruda, el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

»En cada línea que escribo, trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias.»

"La soledad de América Latina", discurso pronunciado en ocasión de la obtención del Premio Nobel de Literatura, Estocolmo, 1982

21 de diciembre de 2012

Julio Cortázar / Libro de Manuel (Primera Edición, 1973)

Julio Cortázar, Libro de Manuel, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1973, 386 pp., encuadernación en rústica, Primera Edición
Descripción: Bueno +. La cubierta presenta algunos desgastes, bisagra frágil; interior en perfectas condiciones, sin subrayados ni anotaciones


19 de diciembre de 2012

Bertrand Russell / Realidad y ficción



       «Es común en la juventud, yo me imagino, sentir en rápida sucesión cierto número de actitudes distintas hacia la vida y el mundo, y sentirlas sucesivamente con tanta fuerza como si no tuvieran competidoras. Yo amé la belleza de fantasía que hallé en Shelley; gocé con los ardientes revolucionarios retratados por Turgueniev; y me emocioné con los audaces viajes de aventuras que constituían el tema de las obras de teatro de Ibsen. Todas estas cosas, cada cual a su manera, daban satisfacción a los humores más optimistas; pero yo tenía otros humores para los que literaturas completamente distintas encontraban expresión: los humores de desesperación, de repugnancia, de odio y de menosprecio. Nunca di mi aprobación cordialmente a estos humores, pero me alegraba encontrar en la literatura algo que pareciese justificarlos.

       Leí muchísimo durante mi adolescencia las obras de Caryle. Sus enseñanzas positivas me parecieron absurdas, pero me encantaban sus virulentas acusaciones. Me divirtió verle describir a la población de Inglaterra como compuesta “de veintisiete millones, la mayoría chalados”. Me sentí deleitado por esta observación: “Figúrate que merecieras ser ahorcado (cosa muy probable) y sentirás una felicidad en que solo te fusilen”. Pero acabé por convencerme de que su actitud ante la vida era displicente, más bien que trágica. No fue en sus escritos donde encontré plena satisfacción de mis negros humores, sino en El rey Lear.»  

Bertrand Russell, “Libros que influyeron en mí durante mi juventud”, en Realidad y ficción

16 de diciembre de 2012

Reseña / "Fragmentos" de Marilyn Monroe

          Al hojear Fragmentos de Marilyn Monroe (Seix Barral, 2011) es imposible evitar una sonrisa pudorosa ante la candidez de algunos pasajes, pero también la sorpresa, grata y no pequeña sorpresa, por la lucidez y el tenor de otros. Esa (nueva) ambivalencia en la imagen de MM sea quizás uno de los efectos más interesantes del libro (gráficamente buscado por las sucesivas fotos de la diva “sorprendida” por la cámara mientras lee a Joyce, Heine o un libro sobre Goya). El par candidez/sexualidad tan explotado en sus películas pierde en el traspaso la carga libidinal: en estas páginas, la contraparte de la Marilyn inocente, naif, divinamente aniñada (que, por ejemplo, es tontamente engañada para ser internada en un psiquiátrico), es una subjetividad torturada que interpela a la vida y se adentra en la cavilación de la muerte. 
          Poemas, cartas, anotaciones facsimilares y fotografías inéditas del período 1943-1962 componen el volumen. El prólogo está a cargo de Antonio Tabucchi.

 

14 de diciembre de 2012

Destacados / Historia Antigua y Medieval


M. Rostovtzeff, Roma. De los orígenes a la última crisis, Buenos Aires, Eudeba, 1970
291 pp.
$60



 Francisco Ugarte, España y su civilización, New York, The Odyssey Press, 1965, 368 pp.
$70



Hoffman Nickerson, La inquisición, Buenos Aires, Editorial La Espiga de Oro, 1946, 433 pp., 1ra Edición en español
$60


13 de diciembre de 2012

Destacados / Historia del siglo XX

Jesús Silva Herzog , Breve historia de la Revolución Mexicana, II Tomos, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, 382 pp. y 356 pp.



Elizabeth Wiskemann, La Europa de los dictadores 1919-1945, Madrid, Siglo XXI, 1979,   341 pp.



10 de diciembre de 2012

Benjamin Franklin / Observaciones sobre los salvajes

          «Después que se arregló el asunto principal, los comisionados de Virginia comunicaron a los indios en un discurso que en Williamsburg había un colegio, con un fondo para la educación de los jóvenes indios; y que si las Seis Naciones quisiesen enviar allí media docena de sus muchachos el Gobierno cuidaría de todas sus necesidades y de que les instruyesen en el conocimiento de los hombres blancos. Una de las reglas de la cortesía de los indios es no responder a una proposición pública el mismo día que se hace; piensan ellos que esto sería tratarla de una manera muy ligera y que la respetan tomándose algún tiempo para considerarla, juzgándola así como un asunto importante. Por esto, demoraron su respuesta hasta el día siguiente, en que un orador comenzó a hablar manifestando su profundo agradecimiento por la amabilidad del Gobierno de Virginia al hacerles aquel ofrecimiento; “pues nosotros sabemos muy bien –dijo él– cuánto estiman ustedes la clase de conocimiento que se enseña en estos colegios, y que el mantenimiento de nuestros jóvenes sería muy costoso para ustedes. Estamos convencidos por lo tanto que ustedes quieren hacernos un bien con su proposición y nosotros se lo agradecemos cordialmente. Pero ustedes, que son sabios, deben saber que las distintas naciones tienen distintos conceptos también de las cosas; y así ustedes no tomarán a mal el que digamos ahora que nuestras ideas sobre educación no corresponden a las de ustedes. Hemos tenido sobre esto alguna experiencia. Algunos de nuestros jóvenes se educaron hace tiempo en los colegios de las provincias del Norte; se instruyeron en todas sus ciencias, y cuando volvieron a nosotros, eran muy malos corredores, desconocían la manera de vivir en el bosque y no podían soportar ni el frío ni el hambre; no sabían cómo construir una cabaña, cazar un ciervo o matar a un enemigo; hablaban nuestro lenguaje imperfectamente y eran en conclusión inútiles para la caza, para la guerra y para el consejo; realmente no servían para nada. Pero aunque no aceptemos su amable ofrecimiento nosotros les quedamos muy obligados, y para demostrárselo les notificamos que si los caballeros de Virginia quieren enviarnos una docena de hijos nosotros nos cuidaremos de enseñarles todo cuanto sabemos y de hacerlos hombres”.»

Benjamin Franklin, "Observaciones referentes a los salvajes de Norte América", en Autobiografía y otros escritos 

8 de diciembre de 2012

Andrés Rivera / Apuestas (Primera Edición, 1986)


Andrés Rivera, Apuestas, Bs. As., Per Abbat Editora, 1986, 79 pp., encuadernación en rústica, Primera edición
Descripción: Muy bueno. Desgastes menores en cubiertas, interior en perfectas condiciones

4 de diciembre de 2012

Destacados / Estudios Literarios

Montgomery H. Hyde, Historia de la pornografía, Buenos Aires, Editorial La Pléyade, 1973, 267 pp.



 Literatura española contemporánea, Antología, introducción y notas de Ricardo Gullón y George D. Schade, New York, Charles Scribner's Sons [no consigna año de edición]

Juan Rulfo / Carta a Clara

«Clara: corazón, rosa, amor...
Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña. Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida.
Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarec
ida. Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba. Y un corazón que sabe y que presie
nte cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada.
¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara? He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde... y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río...
Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.»
 

3 de diciembre de 2012

Benjamin Franklin / Autobiografía y Otros Escritos

Benjamin Franklin, Autobiografía y otros escritos, Traducción de León Felipe, México, Editorial Nuevo Mundo, 1942, 464 pp., encuadernación en rústica

30 de noviembre de 2012

Álvaro Yunque / Antología Poética 1ra Edición (1949)



Álvaro Yunque, Antología poética 1924-1949, Buenos Aires, Ediciones Ayer y Hoy, 1949 [1ra Edición, 300 ejemplares autografiados por el autor]
Ilustraciones y viñetas de Andrés Calabrese, Juan Carlos Castagnino, Luis Falcini y otros. 


20 de noviembre de 2012

Alvaro Yunque

     Álvaro Yunque [Arístides Gandolfi Herrero] (1889-1982). Fue cuentista, dramaturgo, ensayista y poeta. Estuvo entre aquellos escritores que se congregaban en el barrio de Boedo. Participó de la agitada vida literaria de los años 20; polemizó y criticó los postulados del grupo de Florida, pero también mantuvo discusiones con escritores de poéticas más afines por cuestiones estéticas y políticas.
     Su primer libro, Versos de la calle (1924), forma parte de los grandes títulos de la poesía argentina de los años 20; en él le cantó a la fábrica, al adoquín, a los meaderos; hizo hablar al charco, a los escombros, al farol.
     Entre sus logros poéticos, cuenta sin duda la expresividad eufónica de su seudónimo artístico.

Ensayos sobre Biopolítica. Excesos de vida


VVAA, Gabriel Giorgi y Fermín Rodríguez (compiladores), Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida, Buenos Aires, Paidós, 2009

19 de noviembre de 2012

Parménides

«...porque el pensar y el ser son una y la misma cosa.»  Parménides III
          Es posible que la más penetrante, inquietante y contundente reflexión metafísica de la historia de la filosofía occidental haya sido ya dictada en la Magna Grecia en el siglo VI a.C. Recomendamos como introducción a la filosofía griega la ya clásica obra del profesor W. K. Guthrie, Los filósofos griegos.

17 de noviembre de 2012

Destacados / Epistolarios

Juan Rulfo, Aire de las colinas. Cartas a Clara, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000


Ingeborg Bachmann, Paul Celan, Tiempo del corazón. Correspondencia, Buenos Aires, FCE, 2012 





12 de noviembre de 2012

Destacados / Estudios Literarios

Pompeyo Gener, Historia de la literatura, Barcelona, Montaner y Simón Editores, 1902


R. G. Escarpit, Historia de la literatura francesa, México, FCE Breviarios, 1956


 Enrique Luis Revol, Literatura inglesa del siglo XX, Bs As, Editorial Columba, 1973


Jaime Espinar, El Romanticismo, Bs As, Editorial Atlántida, 1947