Al hojear Fragmentos de Marilyn Monroe (Seix Barral, 2011) es imposible
evitar una sonrisa pudorosa ante la candidez de algunos pasajes, pero también
la sorpresa, grata y no pequeña sorpresa, por la lucidez y el tenor de otros.
Esa (nueva) ambivalencia en la imagen de MM sea quizás uno de los efectos más
interesantes del libro (gráficamente buscado por las sucesivas fotos de la diva
“sorprendida” por la cámara mientras lee a Joyce, Heine o un libro sobre Goya).
El par candidez/sexualidad tan explotado en sus películas pierde en el traspaso
la carga libidinal: en estas páginas, la contraparte de la Marilyn inocente, naif,
divinamente aniñada (que, por ejemplo, es tontamente engañada para ser
internada en un psiquiátrico), es una subjetividad torturada que interpela a la
vida y se adentra en la cavilación de la muerte.
Poemas, cartas, anotaciones facsimilares y
fotografías inéditas del período 1943-1962 componen el volumen. El prólogo está
a cargo de Antonio Tabucchi.
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