En su célebre
ensayo El millonario ingénito, Raúl
Scalabrini Ortiz, afirma sin temor a equivocarse, pero sabiendo que su
afirmación causará alguna duda en el lector, que el porteño (habitante de
Buenos Aires) no quiere ser rico. ¿Sorprende? Veamos su razonamiento y
juzguemos después.
«Por supuesto –dice Scalabrini–, todos quieren
ser ricos, pero el sabio no malgasta una hora de su tarea en procurar semejante
quimera. El porteño es así: se complace en la fortuna imaginada pero en su
apropiación no empeña ninguna de sus bonanzas vitales. La siguiente escena que en grande o en
pequeño se repite siempre igual, terminará de ilustrar su punto de vista… La madre riñe al hijo: "Movéte, muchacho.
Andá, busca trabajo. Bien podrías ganar unos pesos más si no fueras tan remolón.
Total, tu conchabo no te lleva más de cuatro horas al día". Si el porteño fuera
hombre de ingenio verbal, podría replicar con argumentaciones que revelaran su
particularísimo sentido de la vida. Decir: "Pero mamá ¿para qué voy a
deshollejarme trabajando, si más de lo que tengo no podría tener por muchas riquezas que tuviera? Para
mí, una siesta vale mil pesos. Si yo fuera millonario pagaría esa suma por
adormilarme, por hundirme en el letargo que sigue al almuerzo. Una caminata hasta el centro, con Antonio,
que es tan entretenido, no es exagerado cotizarla en dos mil pesos. Por lo
menos tal suma abonaría gustoso si yo fuera millonario. Un paseo por Florida, o
por el bulevar más cercano bien vale otros mil, y no menos, una charla con los
muchachos, a la noche, en el café. Ya ves, en placeres, gano como cinco mil
pesos diarios. Soy más rico que Ford. Y con los pesos de Ford no se adquieren
los deleites que yo me proporciono”. El porteño no dice nada, pero lo cierto es
que para equiparar la vida y pesos hay que tasar en pesos la vida o en vida los
pesos. Lo indudable es que si el porteño aprecia la fortuna, en más aprecia su
vida.»
En: Raúl Scalabrini Ortiz, El hombre que está solo y espera, Buenos Aires, Gleizer, 1931
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